Errar es de humanos –dice la sentencia clásica–. Y la frase es tan sabia, conocida y utilizada, que hasta se repite en latín: errare humanum est. Pero los errores no son una fatalidad: se pueden evitar. Es cosa de emplear bien los antídotos contra el yerro, la falla, la equivocación.
Esos antídotos son muchos y bien conocidos: la precaución, el cuidado, la experiencia, el estudio, la reflexión, la diligencia, la pericia. Un médico, por ejemplo, no está exento de cometer errores. Pero un galeno bien preparado y con experiencia se encuentra en condiciones de incurrir en menos yerros que un médico insuficientemente preparado. Por eso la profesión médica es tan exigente y celosa con sus practicantes.
Pero es tan complejo el campo de la medicina, que hasta el galeno mejor preparado y más experimentado puede errar en el diagnóstico o en el tratamiento de una enfermedad. Puede, verbigracia, recetar un medicamento equivocado. O hacerlo en dosis insuficientes o excesivas. Y puede darse... Continuar leyendo