Debut y despedida

Como todo el mundo lo sabe, pero a veces muchas personas lo olvidan, para combatir eficazmente una enfermedad infectocontagiosa, existen varios instrumentos científicos. Pero debe distinguirse entre curar a un infectocontagiado y prevenir nuevos contagios.

Para el primer caso la ciencia médica cuenta con los antibióticos y los modernísimos antivirales. Se trata de terapéuticas que le devuelven la salud al enfermo. Y para el segundo caso –evitar nuevos contagios– se cuenta con las vacunas y con diversas medidas higiénicas, entre las que destacan las técnicas del cerco sanitario y la cuarentena.

El cerco o cordón sanitario es el aislamiento de individuos (o comunidades) enfermos o sospechosos de estarlo, en tanto que la cuarentena es el periodo de aislamiento al que se somete a las personas procedentes de zonas o países sospechosos de infección. Es claro que en lenguaje popular pueden usarse las expresiones cerco sanitario y cuarentena como sinónimos casi perfectos.

Las grandes mortandades de epidemias y pandemias del pasado sólo pueden explicarse por el precario estado de la ciencia en ese entonces. Ignorancia que abarcaba, desde luego y en primer término, el desconocimiento del modo en que se propagaban las enfermedades contagiosas.

Desde siempre, la propagación de esas patologías fue fruto de la ignorancia, las que sólo se combatían con rezos e imploraciones. Y también huyendo de los sitios en que se había presentado la enfermedad, lo que contribuía a su mayor difusión. Otra habría sido la historia si entonces se hubiera sabido al menos que el aislamiento de los enfermos o de las poblaciones afectadas podía contribuir al control y contención de las epidemias. 

Superada esa ignorancia, las epidemias mortíferas son ya cosa del pasado. Seguirá habiendo, lógicamente, epidemias y pandemias, como la de influenza del año 2009. Pero serán sólo, como dice la canción, de debut y despedida.